Humildad
Enlace: Ecured
Es una
virtud humana atribuida a quien ha desarrollado conciencia de sus propias
limitaciones y debilidades, y obra en consecuencia. Como tal, la palabra
proviene del latín humilĭtas, humilitātis.
Características
Una
persona que actúa con humildad no tiene complejos de superioridad, ni tiene la
necesidad de estar recordándoles constantemente a los demás sus éxitos y
logros; mucho menos los usa para pisotear a las personas de su entorno. En este
sentido, la humildad es un valor opuesto a la soberbia.
Quien
obra con humildad no se vanagloria de sus acciones: rechaza la ostentosidad,
la arrogancia y
el orgullo, y
prefiere ejercitar valores como la modestia, la sobriedad y la mesura.
Manifestaciones
de la humildad
La
humildad es una cualidad humana independiente de la posición económica o
social: una persona humilde no pretende estar por encima ni por debajo de
nadie, sino que sabe que todos somos iguales, y nuestra existencia tiene el
mismo grado de dignidad. De allí que ser humilde no implique dejarse humillar,
pues la humildad no supone una renuncia a la dignidad propia como personas. Por
otro lado, humildad también se refiere a la posición económica de los pobres y
desfavorecidos. Una persona humilde, en este sentido, es alguien que proviene
de un hogar de escasos recursos y sin mayores posibilidades de prosperar.
Finalmente,
la humildad es también la actitud de quien se somete o rinde a la autoridad de
una instancia superior. En las religiones, por ejemplo, la sumisión está
asociada al temor de Dios.
No obstante, comportarse con humildad implica también evitar actitudes de
prepotencia ante un jefe o una autoridad policial y, más bien, optar por el
acatamiento.
Humildad
en la Biblia
Según
la doctrina cristiana, la humildad es la actitud virtuosa que se debe observar
ante a Dios, ante su superioridad y perfección, y en plena conciencia de que ha
sido Él quien nos ha concedido la gracia de la existencia. En este sentido,
la Biblia aconseja:
“Revestíos
de humildad hacia los demás, porque Dios resiste a los soberbios y da gracia a
los humildes” (Pedro, V: 5).
La
humildad, pues, llama a la conciencia de entender que los seres humanos somos
todos iguales ante los ojos de Dios.
El
mayor ejemplo de humildad en la doctrina cristiana lo constituye Jesucristo, sobre
Él dice la Biblia:
“Haya,
pues, en vosotros, este sentir que hubo también en Jesucristo, quien, siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los
hombres. Más aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses, II: 5-8).
Jesucristo
lavó los pies a sus discípulos. Una actitud humilde delante de Dios, nos acerca
al Creador, facilita las relaciones interpersonales y nos indica el cómo
enfrentar los conflictos en nuestras vidas.